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Cartas de amor entre mujeres que cambiaron la historia

Actualizado: 29 ene 2021

En el artículo sobre las novelas lésbicas que cambiaron la historia mencionamos el romance que mantuvieron Virginia Woolf y Vita Sackville-West en la vida real y las apasionantes cartas que se intercambiaron.


Pero aún hay mucho más.


Ellas no fueron las primeras ni las últimas mujeres reales, reconocidas históricamente por sus talentos, que mantuvieron romances lésbicos epistolares.

Como ellas, existieron otras mujeres famosas cuya pasión las llevó a intercambiarse cartas que van desde la lujuria hasta el más profundo amor espiritual.

Quizá ya estabas enterada de algunas de estas relaciones, quizá no. Pero hoy traemos para ti una lista de mujeres famosas y sus romances epistolares con otras mujeres.




Eleanor Roosevelt


Eleanor Roosevelt & Lorena Hickok

«Quiero abrazarte y besarte en la comisura de los labios. Y dentro de poco menos de una semana, ¡lo haré!» --- Lorena Hickok.

Se sabe que la escritora y activista política Eleanor Roosevelt redefinió el rol de primera dama en los Estados Unidos, y que gracias a su labor a favor de los derechos humanos logró cambiar el mundo.


Sin embargo, nunca la tuvo fácil:


Eleanor sobrevivió a una infancia llena de maltrato. Su madre constantemente abusaba de ella psicológicamente y le decía que jamás tendría la belleza ni el carisma para llegar a ser “alguien” en la vida. En cuanto a su padre, era un alcohólico que acabó suicidándose.


En su adultez Eleanor terminó atada a un tormentoso matrimonio con el expresidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt.

Dicho matrimonio estuvo colmado de infidelidades, sin embargo, Eleanor decidió proporcionarle sentido a su turbulenta vida haciéndose su propia carrera política y ayudando a otros en el proceso.


Y fue así como la figura política de Eleanor trascendió al igual que su romance con la periodista de la Casa Blanca Lorena Hickok:

«¡Oh! Cómo he querido poner mis brazos alrededor tuyo en lugar de en espíritu.

En lugar de eso, fui y besé tu fotografía y tenía lágrimas en los ojos» Le escribió Eleanor a la periodista que se encargaba de cubrir las actividades políticas de su esposo.


Más de 4.000 cartas fueron intercambiadas entre amabas durante sus más de 30 años de relación. Y gran parte de ellas se encuentran disponibles en la biografía editada por Susan Quinn: Eleanor and Hick, the Love Affair that Shaped a First Lady.



Vita Sackville-West

Vita Sackville-West & Violet Keppel

«Esta imponente ansia de ti consume mis días y unos sueños insufribles llenan mis noches. Te deseo. Te deseo vorazmente, frenéticamente apasionadamente. Me muero por ti, si quieres saberlo. No puedo existir sin ti, tú eres mi afinidad, mi complemento intelectual, mi alma gemela. ¡No puedo evitarlo! ¡Y tú tampoco!»Violet Keppel.

Una década antes de que Vita estuviese con Virginia se vio atrapada en otro turbulento romance con su mejor amiga de la infancia: la escritora Violet Keppel.


Ambas se conocieron cuando eran niñas e hicieron suyo el hábito de intercambiarse cartas.


A sus dieciocho años Vita le pregunta a Violet ¿Por qué me amas? Y esta última, a sus dieciséis, le responde:

«Estoy en el proceso de preguntarme a mí misma si debo o no contestar tu pregunta.

Una pregunta de lo más indiscreta y que amerita una fuerte reprimenda.

Te amo Vita porque he luchado mucho para tenerte… Te amo porque nunca me devolviste el anillo. Te amo porque tú nunca has cedido ante nada, te amo porque nunca te rindes. Te amo por tu maravillosa inteligencia, por tus aspiraciones literarias, por tu coquetería. Te amo porque tienes el aire de no dudar nada.

Amo en ti lo que hay en mí también, imaginación, el don para los idiomas, gusto, intuición y muchas cosas más…

Te amo Vita, porque he visto tu alma… »


El romance entre ambas se mantuvo por varios años, incluso luego de que Virginia contrajera matrimonio con el político Harold George Nicolson.


Fue tanto así que cuando Virginia dio a luz a su primer hijo en 1914 Violet fue la madrina del niño.


En los años posteriores, además de continuar su romance epistolar, organizaron varias escapadas de fin de semana para ellas dos solas.


Pero al terminar de pasar de tiempo juntas las invadía un sentimiento de desasosiego, sobre todo a Violet:


«Fue como un infierno cuando nos despedimos hoy. Dios, cuanto te amo y te deseo. No puedes saber cuánto… Ayer fue todo perfecto.

(…) Te extraño tanto, sin importar lo que diga, amo pertenecer a ti. Hazme tuya».


En julio de 1918 la imposibilidad de consumar su amor de forma “normal” y aceptada por la sociedad no dejaba de descansar la mente de Violet:


«¿Qué clase de vida viviremos a partir de ahora?

Tú, viviendo una mentira degradante para el mundo, permaneciendo casada con alguien a quien no amas…

Y yo, que no preocupo por nadie que no seas tú. Perdida, incompleta, sin propósito.

Nunca pensé que sería capaz de amar así».


En sus cartas la misma Violet se reprocha haber nacido en la época equivocada:

«Olvidemos el mundo que nos rodea y huyamos. Somos las personas más primitivas que han podido existir.

Dejemos atrás todo lo que tenga que ver con dinero, sirvientes, tiendas, calles, trenes, y responsabilidades. Dios mío, odio esto. Tú y yo hemos nacido 2000 años antes muy tarde, o quizá 2000 años demasiado pronto».


Violet también le ruega a Vita que la elija a ella por encima de todo el convencionalismo de su época:


«Sé malvada, sé valiente, emborráchate, sé imprudente, sé anarquista, sé una fanática religiosa, sé una sufragista, sé lo que quieras, pero por piedad séalo hasta el límite. Vive, vive plenamente, vive apasionadamente, vive desastrosamente.

Vive la gama de las experiencias humanas, construye, destruye, vuelve a construir. ¡Vive, vivamos tú y yo, vivamos como no ha vivido nadie hasta ahora, exploremos e investiguemos, avancemos sin miedo por donde hasta los más intrépidos han titubeado y se han detenido!».


Pero nada de eso se logró: unos meses después fue la misma Violet la que tuvo que ceder ante la presión de lo socialmente establecido para ella, y se comprometió con un soldado llamado Denys Trefusis.


A pesar de que tanto Denys como Violet acordaron que “no tendrían relaciones sexuales”, para que así Violet pudiese mantenerse fiel a Vita, las demandas sociales y su propio matrimonio arreglado con el soldado terminaron destrozando las esperanzas de Violet de tener su vida soñada junto a su amada.


El 31 de marzo de 1919 la madre de Violet organizó un baile para celebrar el compromiso de su hija con Denys.


Esa misma noche Violet le escribió a Vita una poderosa carta que daría fin a sus esperanzas de una vida solo para ellas dos: «Te deseo cada segundo y cada hora del día, y sin embargo lenta e inexorablemente me están atando a otro.


A veces me invade una agonía de ansia física, un anhelo de tenerte cerca y de que me toques. Otras veces tengo la impresión de que me contentaría con oír el sonido de tu voz.

Intento con todas mis fuerzas imaginarme tus labios sobre los míos. Jamás la imaginación me había causado tanta tristeza. […] Nada ni nadie en el mundo podría matar el amor que siento por ti. Te he entregado toda mi individualidad, la esencia misma de mi ser. Una y otra vez te he entregado mi cuerpo para que lo trataras a tu antojo, para que lo hicieras añicos si tal era tu voluntad. Todos los tesoros de mi imaginación los he puesto desnudos ante ti. No hay ningún rincón de mi mente en que no hayas penetrado. Te he besado y acariciado, he dormido contigo y me gustaría decirle al mundo que clamo por ti».


Ambas mujeres se encontraron un par de veces más hasta que finamente se separaron. Violet hizo su vida junto a Denys, atrapada en un matrimonio con un hombre que nunca deseó.

Y como Violet, muchas otras voces de la época se vieron silenciadas y obligadas a vivir una vida que nunca quisieron.

Hoy las recordamos con tristeza pero también con compasión y respeto.




Radclyffe_Hall

Radclyffe Hall & Evguenia Souline


«Amor, no te imaginas cuanto deseo que vengas a Inglaterra y lo mucho que significa esto para mí.
Significa el mundo entero y por supuesto que te daré todo mi cuerpo, así como tú me darás el tuyo, mi amada.
No puedo esperar más a que vengas. Y que me beses tantas veces como lo hiciste cuando estuvimos en Paris. Nada más importará, solo tú y yo.» --- Radclyffe Hall.

En el artículo de las novelas lésbicas también mencionamos una historia escrita por Radclyffe Hall.

Pero no mencionamos el intenso romance que vivió esta escritora con la mujer rusa Evguenia Souline, a quien incluyó en un triángulo amoroso que duró hasta su muerte.


Hall inicialmente estaba en una relación la traductora Una Troubridge, pero aun así no pudo resistirse a su Soulina cuando la conoció.


Una, por otra parte, escribió en su propio diario “No podría, después de conocerla, imaginar una vida sin ella" haciendo referencia a Hall y sentenciándose a sí misma a aceptar la relación de su amada con Soulina.


Por años se intercambiaron cientos de apasionantes cartas entre ellas dos y mantuvieron su affair hasta los últimos días de Hall.


En la actualidad, con todo el boom del social media la correspondencia de este tipo parece estar obsoleta. Pero aún existen unas cuantas románticas que escriben cartas a mano, ¿eres tú una de esas?






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